Sea cual sea el resultado final de la Cumbre del Clima de las Naciones Unidas (COP28) de Dubái, cuyo fin está previsto para este martes, nadie podrá negar su éxito de organización, logística e imagen, que ha permitido que los casi 100.000 asistentes hayan podido trabajar por casi quince días sin el menor incidente.
Dentro del recinto que cae bajo mandato de la ONU, las libertades han sido la regla, la protesta posible (aunque poca) y el trato para propios y extraños, impecable.
Y eso pese a las críticas de ONG sobre la situación política y social de Emiratos Árabes Unidos (EAU), donde no existen libertades políticas ni de opinión, y sobre la vigilancia y control que ejercen las autoridades sobre todos sus habitantes.
Al contrario que en la COP27, en la ciudad egipcia de Sharm el Sheij, en la que los derechos humanos, los horrores de organización, los precios desorbitados, y las extremas y evidentes medidas de seguridad robaron el protagonismo al contenido de la reunión; o en la COP26 de Glasgow, con servicios sanitarios horribles, colas interminables y pésima comida, Dubái ha brillado por su ejecución.
El clima, y sólo el clima, ha sido el protagonista.
El papel de Al Yaber en la COP28
Gran mérito ha pertenecido a la presidencia, en manos de Sultán al Yaber, el criticado director general de la compañía nacional de petróleo de Abu Dabi (el emirato más grande de los que forman los Emiratos Árabes Unidos), que ha manejado con destreza los desafíos de comunicación que han surgido en estos días.
Una andanada de noticias fuertes y de gran influencia global, como la puesta en marcha del muy deseado fondo de pérdidas y daños para indemnizar a los países víctimas del cambio climático que hicieron muy poco para ocasionar la crisis climática o los grandes acuerdos para temas de energía, absorbieron todo el interés.
Ni siquiera la publicación de informaciones por medios británicos muy duras con el presidente de la cumbre, que ponían en duda su creencia en la ciencia climática o su disposición a abrir el debate sobre el fin de los combustibles fósiles, hicieron mella en Al Yaber, quien salió al paso a esas publicaciones de forma tajante y convincente, borrando de un plumazo en la práctica las dudas sobre su gestión.
De hecho, ésta ha sido alabada por varios "campeones" climáticos, como la primera ministra de Barbados, Mia Mottley, y otros actores como la vicepresidenta tercera y ministra de Transición Ecológica de España, Teresa Ribera.
Todo funciona
El enorme recinto de la Expo 2020, que ha mantenido sus infraestructuras desde la Exposición Universal, y el anexo Centro de Exposiciones de Dubái han resultado un escenario adecuado, con el único problema de las enormes distancias de un pabellón a otro, especialmente duras bajo el sol arábigo, implacable incluso en pleno invierno.
El relativo aislamiento de cada delegación, que prácticamente han tenido un edificio en exclusiva a su disposición, ha sido otro pequeño inconveniente.
Pero todo ha funcionado. Internet, alimentación y agua, ruedas de prensa y transmisiones de televisión, comida y bebida, y los baños, un auténtico lujo y siempre impecables al amparo de una más que evidente abundancia de dinero.
Hasta los habitualmente gélidos aires acondicionados de los lugares públicos emiratíes han mantenido, la mayor parte de las veces, una temperatura adecuada.
Aquí el mérito recae sin duda en el personal multinacional que se ha encargado absolutamente de todo en esta COP28, desde la limpieza de los baños a la difusión de la señal internacional de televisión, pasando por el cátering o dar indicaciones a la salida del metro.
Indios, filipinos, sirios, personas de muchísimos países africanos, una multitud de británicos y hasta españoles en el montaje de equipos de audio y escenarios, sin contar con el personal de Naciones Unidas venido de Ginebra o Nueva York, todos han contribuido con dedicación al éxito del encuentro.
Ni siquiera embarró la reunión el enorme flujo de personas en esta COP28, la más concurrida de la historia, pese a que, particularmente en la primera semana, los accesos estuvieron al borde del colapso, con filas que se prolongaron por más de una hora.
No hubo más esperas. Para comer, tomar un café o acceder a cualquier otro servicio, la atención ha sido prácticamente inmediata.
El metro de Dubái, que conecta directamente el recinto con el resto del emirato, funcionó a la perfección. Con un pase gratuito, miles de acreditados pudieron viajar sin problemas de una punta a otra de la ciudad.
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