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El calentamiento global como dogma de fe

En 2022 el Tribunal Superior de Justicia de Extremadura obliga a Iberdrola a desmantelar un parque fotovoltaico y devolver a su legítimo propietario las 500 hectáreas de terreno en que fue construido, después de haber conseguido dicho terreno mediante la expropiación forzosa. (Dicha sentencia está recurrida y no es firme).

En noviembre de este año la Junta de Andalucía inició la expropiación forzosa de unos 80 hectáreas de olivar en sendos pueblos de Córdoba y Jaén, con los propietarios y los vecinos en contra, para traspasárselas a una promotora de energías renovables que pretende construir allí una planta fotovoltaica. Promotora y Junta de Andalucía se sirven de un vacío legal que tiene su origen en artículo 54 de la Ley del Sector Eléctrico (Ley 24/2013), que permite la expropiación forzosa por interés general de terrenos utilizados para instalaciones eléctricas. En dicha ley se sobreentiende sin embargo, que los terrenos expropiados pasan a ser propiedad de la administración pública que los expropie, ya que la ley en consideración tiene su origen en una época en que no había promotores privados de instalaciones eléctricas. Se espera con ansiedad una sentencia del Tribunal Supremo que confirme el propósito original de la ley.

Son solo dos ejemplos de expropiaciones forzosas de terreno para implantar instalaciones de energía renovable de vario tipo en que las administraciones publicas utilizan la excusa de un supuesto interés general. Sin embargo, dicho interés general es muy relativo. En primer lugar porque el beneficiario de la expropiación claramente es una empresa privada, que va a utilizar la instalación de energía renovable para su propio beneficio, y en segundo lugar porque en España las posibilidades de encontrar terreno disponible para tales instalaciones son amplísimas. Evidentemente la ética brilla por su ausencia al desarrollar el proyecto sin el consentimiento o siquiera conocimiento del propietario del terreno y sin darle la más mínima oportunidad de llegar a un acuerdo económico que pueda ser interesante para él.

En mi propio país (Países Bajos) vemos algo similar, pero con la energía eólica. Hay planes en avanzado estado de desarrollo administrativo para convertir todo el Mar del Norte en un gigantesco parque eólico. Se estima factible por la presencia de viento casi todo el año y la escasa profundidad de este mar (40 metros en el punto más profundo). El daño ecológico que la construcción y la explotación de estas instalaciones va a causar es considerable. Se espera paliar los efectos dañinos con más análisis, sin pretender frenar el despliegue de estas instalaciones eólicas en caso de resultados en contra, ya que se consideran esenciales para frenar el calentamiento global.

Fig. 1: planta eólica en el Mar del Norte.

Los desmanes arriba descritos son la consecuencia de un fanatismo desmesurado con la transición energética, fruto de un miedo generalizado de las posibles consecuencias del cambio climático o calentamiento global, dos términos que se utilizan indiscriminadamente para describir el mismo fenómeno, aunque no significan lo mismo.

Era cuestión de tiempo para que surgiera una fuerte corriente social y política en contra, que ya se ha manifestado por ejemplo en Países Bajos, donde en 2023 se endurecieron las condiciones para desarrollar fotovoltaica sobre suelo agrícola, lo que en la práctica significa una prohibición. En aquel país existe una fuerte oposición popular que va en aumento contra el uso de terrenos agrícolas para otra cosa que no sea la agricultura o ganadería. Dicha oposición se ve reflejada en los resultados electorales de elecciones recientes, en que la llamada extrema derecha gana cada vez más apoyo. Los partidos políticos que representan esta corriente tienen en común en toda Europa una actitud muy escéptica contra las políticas climáticas, entre las cuales la transición energética.

Es muy desalentador comprobar hasta qué punto lo dogmático se haya apoderado de todo el debate sobre la transición energética con únicamente el calentamiento global como argumento en pro o en contra. Partidarios y adversarios están enfrentados a cara de perro. Los partidarios, que se apoyan en el informe climático del IPCC, consideran fundamental la reducción de las emisiones de CO2. El razonamiento de los adversarios, intelectualmente unidos en la Fundación Clintel, es que, aun siendo cierto que la Tierra se está calentando, no es hecho probado que se deba a la actividad humana y que por tanto una transición energética no solo no es necesaria, sino hasta contraproducente.

En este debate entre sordos se obvian tres argumentos de extrema relevancia que deberían tener mucho más peso en el debate público:

1.     La estabilización de los precios de la energía.

2.     La independencia energética.

3.     La reindustrialización de Europa.

Son tres objetivos absolutamente imprescindibles para que en Europa mantengamos nuestra libertad y prosperidad en la vorágine geopolítica actual.

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La estabilización de los precios de la energía

Contrariamente a la energía procedente de fuentes fósiles, supeditadas a fuertes fluctuaciones de precio, las energías renovables resultan tener una sorprendente capacidad de estabilizar los precios, ¡así que se puedan almacenar! Dicha capacidad quedó ampliamente demostrado en sendos artículos míos sobre los precios eléctricos en este periódico, siendo sección “Energía renovable competitiva”, el último.

Es fácil de entender: Las centrales de energía renovable (solar FV, solar CSP, eólica, etc.) apenas tienen costes variables, ya que su “combustible” (el sol o el viento) es gratuito. El esquema fijo de los costes de tales centrales inevitablemente genera precios de producto final que también tienen un carácter fijo.

Fig. 2: Parque fotovoltaico y eólico con almacenaje.

Sin embargo, almacenar energía de procedencia renovable hasta ahora ha sido un asunto bastante costoso. Por esta razón no se ha aplicado todavía a gran escala comercial. La consecuencia es que todavía la energía renovable hay que utilizarla en el momento que se genere, lo cual sobre todo suele dar problemas de gestión con la energía eólica (la energía solar es mucho más previsible), ya que el viento muchas veces sopla cuando menos se necesita su energía (por ejemplo de noche), provocando no pocas veces graves problemas de gestión en las redes eléctricas y fuertes desplomes del precio en el mercado libre eléctrico.

Esto cambia así que se pueda almacenar la energía renovable de una manera que sea comercialmente interesante. La energía solar FV o eólica generada en momentos de poca demanda se almacena y se ofrece en el mercado cuando sí haya demanda, contribuyendo así a estabilizar los precios.

Precios estables serán una bendición para el consumidor, mientras para la industria son incluso esenciales: argumento no sin importancia si la idea en Europa es tomarnos en serio la reindustrialización de nuestro continente, lo que a su vez es imprescindible para mantener nuestra prosperidad.

La independencia energética

Sucesivamente la pandemia, la guerra en Ucrania y las tensiones en Oriente Medio nos han enseñado de manera muy cruel hasta qué punto llegó nuestra dependencia de terceras potencias, con que no necesariamente compartimos intereses, para bienes esenciales como productos industriales o energía. No hemos olvidado los precios elevadísimos que teníamos que pagar por el gas natural en 2022 a causa de las sanciones contra Rusia, el principal proveedor de Europa. Después, el precio de gas natural nunca llegó a recuperarse a niveles anteriores a las sanciones.

Los mismos problemas con el suministro de gas natural causaron una explosión del precio eléctrico en Alemania que llegó a rozar los 1.000 €/MWh el 12 de diciembre de 2024 con precios medios diarios muy por encima de 300 €/MWh. La crisis energética en aquel país se agravará por la no renovación a partir del 1 de enero de este año de los contratos de tránsito de gas natural ruso por parte del gobierno de Ucrania, país por donde pasan los pocos gasoductos que seguían activos después del estallido de la guerra en Ucrania ().

Tal dependencia es inadmisible en la configuración geopolítica actual y si queremos dejar de depender tan fuertemente de terceras potencias (Rusia, los países del Golfo Pérsico), tendremos que generar nuestra energía en Europa nosotros mismos. El problema es sin embargo, que Europa apenas tiene fuentes fósiles propias, aparte de carbón, gas natural en el Mar del Norte y petróleo en las aguas de Canarias, aunque sí hay grandes yacimientos de torio en Finlandia, Suecia, Noruega y Groenlandia, que pertenece a Dinamarca. En este panorama de relativa escasez cobra especial importancia la generación con fuentes renovables.

La reindustrialización de Europa

Por último, una transición energética apoyada por una fuerte i+d+i puede ser un importante acelerador para la igual deseada reindustrialización de Europa, puesto que no solo se trata de generar nuestra propia energía, sino también de fabricar y por ende inventar y desarrollar los componentes necesarios para su generación.

Un módulo fotovoltaico por ejemplo se fabrica con vidrio, plástico y células. Las células son componentes de alto valor tecnológico para que se necesita una larga serie de materiales y otros componentes como por ejemplo el cobre, la plata, el indio y el estaño y están ensambladas sobre una oblea de polisilicio. Las obleas se cortan de lingotes del mismo material, bien con hilo de diamante o con láser. Los lingotes se fabrican en hornos especiales de gran precisión cuyo proceso de fabricación de por sí representa una proeza tecnológica. Por último se necesita la materia prima el polisilicio, que se genera a partir de arena silica a través de un sofisticado proceso químico.

Fig. 3: Fábrica moderna de células fotovoltaicas.

Los aerogeneradores, transformadores, electrolizadores, heliostatos y otros elementos de energía renovable tienen cadenas de valor no menos complejas y tecnológicamente desafiantes. Por razones de costes se fabrican ahora mayoritariamente fuera de Europa. Para que vuelvan a ser fabricados en Europa se necesitan condiciones similares a que existen en los grandes países fabricantes fuera de Europa.

Tradicionalmente se conseguía bien bajando los costes de producción aquí o elevando los costes para nuestros competidores. Lo primero no es posible por razones obvias, de modo que la Comisión Europea por ahora apuesta por elevar los costes a los competidores a través del Mecanismo de Ajuste en Fronteras por Carbono, mejor conocido por sus siglas y nombre ingles CBAM: “Carbon Border Adjustment Mechanism”, que impone cuotas a productos importados intensivos en carbono, obligando a la vez a la industria europea a producir sin emisiones de CO2.

Sin embargo, este mecanismo se enfoca unilateralmente en el hipotético peso de CO2 en la cadena de producción del producto importado, siendo el CO2 no la principal razón por el más bajo nivel de costes, por no decir competencia desleal, en países competidores. Lo que sí explican los costes considerablemente más bajos en tales países son el desprecio al medio ambiente y a los derechos laborales. Para que en Europa podamos ser competitivos y no depender excesivamente de importaciones, debemos exigir que en países proveedores se traten el medio ambiente y los derechos laborales por lo menos con el mismo respeto que aquí en Europa. Se podría conseguir con la implantación de un llamado Certificado Europeo Ambiental y Social, tal como explico ampliamente en este artículo.

Gran consenso social y político

La estabilidad de los precios energéticos, la independencia de terceras potencias para nuestra energía y la reindustrialización deberían ser razones más que suficientes para que los partidos de todas las corrientes políticas, desde la extrema izquierda hasta la derecha radical, se posicionasen a favor de la transición energética. Deshaciendo la transición energética de todo dogmatismo de izquierdas y rechazo de derechas podría establecerse por primera vez en Europa un gran consenso social y político para hacer una transición energética, basada sin embargo, en criterios racionales.

Despojando la transición energética de su dogmatismo climático ganamos ya de entrada dos cosas muy valiosas: tiempo y fuentes fósiles propias.

Tiempo

Investigar, desarrollar e innovar

Sin el clima como factor determinante no hay necesidad de realizar la transición energética antes de 2030 o siquiera de 2050. Es decir, no hay prisa y, en vez de instalar nuevos parques solares o eólicos a destajo en un intento desesperado de frenar las emisiones de CO2 esperando que así la temperatura suba un poquito menos, podemos dedicar nuestros escasos recursos a un elemento que no ha recibido la atención que se merece: la investigación, desarrollo e innovación y queda mucho aún por investigar, desarrollar e innovar.

Almacenaje

Con todo el pánico y prisa olvidamos un elemento esencial para que las energías renovables pudieran hacer su labor estabilizadora en los mercados energéticos: el almacenaje. Con tanta eólica y fotovoltaica conectada de repente nos dimos cuenta que las redes eléctricas ya no pueden absorber ni un kilovatio hora más en momentos que menos se necesitan. El almacenaje sigue siendo caro todavía y necesita de grandes cantidades de materiales críticos que Europa no tiene en el subsuelo o no sabe fabricar. Los ejemplos más notorios son el litio (Chile, Bolivia y Argentina) y el coltán (R.D. del Congo). Además, las baterías de litio sólo permiten el almacenaje a corto plazo (24 horas), lo que para pequeñas instalaciones fotovoltaicas puede ser suficiente, pero no da respuesta al reto de almacenar a plazos mucho más largos, es decir semanas o meses.

No obstante, hay algunas tecnologías en desarrollo muy prometedoras:

Fig. 4: central hidroeléctrica de bombeo (Muela de Cortes de Pallás); observen la diferencia de nivel entre las dos balsas.

Mayor eficiencia

También la eficiencia de las células fotovoltaicas, que luego se integran en módulos fotovoltaicos, tiene mucha margen para mejora todavía. En las células actuales la eficiencia oscila entre el 15% y 22%. Con nuevos procesos de fabricación y la incorporación de nuevos materiales podrá acercarse a un 40%. A la vez se está desarrollando su incorporación en varios materiales de construcción como el vidrio, piedra (ladrillo y teja) e incluso asfalto con la consecuencia de que posiblemente en el futuro podamos prescindir de grandes parques fotovoltaicos sobre suelo.

Desarrollos paralelos se están realizando en la energía eólica. Los aerogeneradores tradicionales son poco eficientes y ecológicamente poco satisfactorios al ser muy difíciles de reciclar. Además constituyen un riesgo para aves voladores de gran tamaño y necesitan de grandes superficies de suelo muchas veces sólo disponibles en zonas de alto valor ecológico.

Nuevos mecanismos de financiación, políticas y normativa

El proyecto de energía renovable típico se financia mayoritariamente con deuda a través de créditos bancarios o la emisión de letras de renta fija. Este modelo de financiación tiene su origen en las generosas primas que se otorgaban en el pasado y garantizaban un precio mínimo por la electricidad generada, hoy en día sustituido en casi todo el mundo por el Acuerdo de Compra de Energía, mejor conocido en su versión en inglés: “Power Purchasing Agreement (PPA)”. Al garantizar la prima o el PPA los ingresos del proyecto de energía renovable, los proveedores de deuda no tuvieron ningún problema en financiarlos. Sin embargo, ellos no aceptan riesgo y frenan por esta razón la entrada de nuevas tecnologías, por ejemplo aerogeneradores de nuevo diseño, mucho más respetuosos con el medio ambiente.

Las políticas de primas al precio fomentaron una expansión en cantidad, pero no en calidad; con políticas de fomento de las energías renovables vinculadas en parte a avances tecnológicos en vez de únicamente el precio, habríamos evitado muchos de los problemas de ahora; el almacenaje, el aumento de la eficiencia, la protección medio ambiental y el respeto por comunidades y propietarios de terreno han de convertirse en elementos clave en eventuales futuras políticas y normativa de fomento de las energías renovables.

Fuentes fósiles propias

El descarte del clima como factor determinante en la transición energética vuelve a abrir la puerta a la explotación de fuentes fósiles propios. Europa tiene algunas que, aún sin ser suficientes, en absoluto son desdeñables: carbón, gas natural, petróleo y torio para la energía nuclear de fisión.

Carbón

El carbón se encuentra mayoritariamente en las islas británicas y el centro de Europa. Nadie en su sano juicio querrá volver a abrir estas centrales eléctricas de carbón que dejaban su pringosa capa fina de hollín en los monumentos de las ciudades antiguas de Europa y en los pulmones de sus habitantes y visitantes. Gracias a la tecnología de gasificación de carbón es perfectamente posible generar electricidad sin emitir gases y sustancias contaminantes, aparte del dióxido de carbono, que nunca puede considerarse contaminante al ser esencial para la vida vegetal. A falta del gas ruso, la industria alemana, sin la cual la economía europea no puede existir, volverá a tener electricidad a precio asequible a su disposición con el carbón propio, de modo que puede iniciar su muy necesaria recuperación.

Gas natural y petróleo

Bajo el Mar del Norte se encuentran vastos yacimientos de gas natural todavía sin explotar, que serían suficientes para 150 años de suministro para Países Bajos, Reino Unido, Dinamarca y el Norte de Alemania. También se sabe que hay importantes yacimientos de petróleo en las aguas de las Islas Canarias. La prohibición por ley (Ley 7/2021 de cambio climático y transición energética) de siquiera la exploración de estos yacimientos por motivos ecológicos es absurda, ya que su explotación no es incompatible con el turismo, siempre que se utilicen métodos medioambientalmente sostenibles. Además supondría una fuente inestimable de riqueza extra si se hace a los canarios partícipes de su explotación.

Energía nuclear

En la misma Ley 7/2021 se decidió por los mismos motivos ecológicos cerrar las centrales nucleares existentes en España después de agotar su vida útil y prohibir la construcción de nuevas. Con esta decisión España se limita gravemente para tener una producción de electricidad estable a corto plazo, ya que, aparte del problema de los residuos radioactivos, la energía nuclear solo tiene ventajas: es barata, fiable y no emite gases contaminantes.

Sin embargo, a larga sí habría que descartar la energía nuclear a base uranio, ya que de este metal no hay yacimientos importantes en Europa. Los grandes productores de uranio se encuentran todos fuera de Europa en el siguiente orden: Kazajistán, Australia, Namibia, Canadá, Uzbekistán, Níger, Rusia, China y Ucrania; los tres últimos apenas producen lo suficiente para su propio uso.

De apostar fuertemente por la energía nuclear de fisión con uranio volveríamos a depender de potencias ajenas, algunas de ellas potencialmente contrarias a los intereses europeos. Francia, que sigue generando la mayor parte de su electricidad con energía nuclear, ya está experimentando problemas con el suministro de este combustible debido al deterioro de las relaciones con sus antiguas colonias africanas.

Fig. 5: Reactor de torio de demostración en China.

Sin embargo, los enormes yacimientos de torio en el extremo norte de Europa y Groenlandia abren la puerta al despliegue a medio plazo de energía nuclear con reactores de este metal. Los reactores de torio no producen plutonio (combustible para las armas nucleares) y no dejan ni una fracción de los residuos radioactivos que dejan los reactores de uranio, que además tardan considerablemente menos tiempo en reducirse (300 años en vez de decenas de miles de años). El problema es que a la tecnología de torio le queda un largo recorrido de desarrollo todavía para que sea comercialmente interesante. No obstante, el primer reactor de demostración se pondrá en funcionamiento este año en el Desierto de Gobi en China.

Tiempos convulsos

Vienen tiempos convulsos. El nuevo presidente de EEUU, Donald Trump, lo dejó muy claro en su discurso de investidura: EEUU se retira de inmediato del Acuerdo de Paris sobre el clima y volverán a explotar las abundantes reservas de petróleo que tienen en el subsuelo. A la vez en Europa crece la oposición contra las políticas climáticas, a las cuales se asocia, y no tanto a la guerra en Ucrania,  la subida explosiva de los precios de muchos bienes esenciales de los últimos años, entre los cuales energía y alimentos. La subida de la llamada extrema derecha hasta una contundente segunda posición en las elecciones generales celebradas en Alemania el pasado 23 de febrero refleja perfectamente dicha oposición.

A la vez Francia está en una peligrosa situación de ingobernabilidad que le obligará al presidente de la república convocar nuevas elecciones parlamentarias cualquier momento, en cuyo caso la mayoría absoluta de la extrema derecha parece garantizada. Por último en nuestra propia España tenemos un presidente de gobierno con el apoyo parlamentario más precario, inestable e imprevisible de la historia. Después de unas hipotéticas elecciones generales anticipadas, en las cuales la actual coalición de izquierdas muy probablemente salga derrotada, una coalición en que forme parte nuestra propia extrema derecha parece la única manera de formar gobierno.

De materializarse estos pronósticos, las políticas climáticas se remitirán a la historia sin contemplaciones y con ellas la transición energética, que en las corrientes políticas principales se ha vinculado exclusivamente a la lucha contra el calentamiento global. Ya hemos visto lo beneficioso puede ser una transición energética implementada con paciencia e inteligencia para Europa. Es más: la transición energética es esencial para preservar o recuperar en su caso, nuestra independencia y prosperidad. Sería catastrófico para Europa que con las políticas climáticas, también se tirase por la borda la transición energética.

Post data

Desde el desplante que el presidente de EEUU, Donald Trump, hizo delante de las cámaras a su invitado Volodímir Zelenski de Ucrania el pasado viernes 28 de febrero, queda certificado que en Europa estamos solos: más crucial ahora es la transición energética para conseguir nuestra independencia energética cuanto antes.

Frans Bakker es consultor económico financiero.

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Un comentario

  • FSC

    FSC

    10/03/2025

    Muy de acuerdo con lo expuesto por Frans. Las redes sociales están favoreciendo las posiciones extremas y radicales (por ejemplo: o estás a favor de las nucleares o estás en contra), sin términos médios y sin posibilidad de llegar a ningún tipo de acuerdo con los que no piensan como nosotros. Por desgracia, hoy en día los discursos basados en el sentido común no sirven para ganar elecciones. En cambio las ideas con soluciones radicales y "simples" a los problemas tremendamente complejos que tenemos, se compran con mucha facilidad. Espero que esto cambie cuanto antes y el sentido común se acabe imponiendo. Felicidades por su artículo.

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