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Hace unos días se produjo un incendio en un garaje de Alcorcón en el que trágicamente murieron dos bomberos. Nada más conocerse la noticia, casi todos los medios de comunicación aseguraron que la causa del incendio era un coche eléctrico. No había parte oficial, pero las palabras “vehículo eléctrico” coparon titulares y resúmenes de noticias.

Ese mismo día hubo otro incendio en otro garaje de un municipio madrileño, donde afortunadamente no murió nadie. Las noticias hablaron en este caso de “un incendio en un garaje”. La noticia en este caso no era el objeto o la causa del incendio, sino el lugardel incendio. No sabíamos, ni parecía importante, si el incendio se había originado en un coche de gasolina, uno diésel, uno de gas, un híbrido tal vez, o si había sido un fallo eléctrico o quizá un descuido. Eso sí, se sabía que no podía haber sido un coche eléctrico: la única noticia que decía algo sobre la tipología del coche decía “se descarta que fuese un coche eléctrico”, como dando por hecho que era lo esperable.

Durante el fin de semana que siguió a la tragedia de Alcorcón se produjeron varios incendios en coches de combustión ubicados garajes de distintos puntos de España y, también, al menos dos incendios de camiones en carretera. Esas noticias no pasaron de anécdotas en prensa local. De hecho, no intenten saber si los coches incendiados eran diésel o gasolina, que muy probablemente no lo conseguirán averiguar. Por alguna razón desconocida, si se incendian más coches gasolina que diésel, o al revés, no parece ser del interés de nadie.

Tengo un amigo que dice que, cuando veamos un presunto incendio de vehículo eléctrico en prensa, podemos asegurar con poco riesgo a equivocarnos que es un bulo. Metodológicamente deja mucho que desear, pero estadísticamente es bastante acertado: la inmensa mayoría de ocasiones es falso. No es solo que hayamos visto reiteradamente “informaciones” sobre incendios de coches eléctricos que han resultado falsas, es que sabemos por estadísticas hechas en distintos países que los vehículos eléctricos se incendian menos que los de combustión.

Lamentablemente quienes defendemos el rigor no podemos actuar así, nosotros defendemos la necesidad de evidencias antes de emitir una opinión, pero eso lleva a que vayamos siempre por detrás del bulo y, para cuando lo hemos rebatido, el daño está hecho. Por cierto, el incendio del garaje de Alcorcón apunta a que se produjo por el choque a gran velocidad de un Porche híbrido con un Dacia gasolina, no hubo vehículo eléctrico puro implicado.

Comprobar las noticias

En una época de fake news creo que los medios deberían ser más responsables. Si sabemos que existe la tendencia de culpar a los vehículos eléctricos de cualquier incendio que se vea en cualquier carretera o zona de aparcamiento de España, si somos conscientes que se quiere generar una alarma social con esta cuestión y que hay medios y canales de comunicación que explotan el amarillismo, no podemos dar pábulo a estas cosas en base a un indicio o a un comentario. En muchos artículos se señalaba como fuente de la información a testigos o fuentes, algo que quizá cumpla el código deontológico, pero ¿no se está igualmente difundiendo información errónea a los lectores?

Creo que todos debemos reflexionar sobre lo que provoca las cosas que escribimos. Si transcribimos las opiniones de dos personas con posiciones opuestas frente a un tema, y sabemos que uno es un reputado experto mientras el otro es un reconocido charlatán, lo que estamos haciendo no es contrastar opiniones, estamos poniendo en condiciones de igualdad al experto que el charlatán. Si estamos escribiendo que la posible causa de un incendio es un coche eléctrico y no tenemos pruebas ni información oficial, estamos contribuyendo a crear alarma social en base a una especulación. En ciertos casos especular con la causa en base a indicios puede ser razonable o incluso informativo, pero si estamos hablando de cuestiones sensibles debemos ser muy cuidadosos con lo que escribimos.

Entiendo que los informadores viven muchas veces atrapados en unas dinámicas perversas de inmediatez, precariedad, presión y necesidad de visitas. Son causas sobre las que debemos reflexionar ampliamente, porque creo que no somos conscientes de como este set de incentivos perversos pueden herir de muerte a la democracia misma, pero tampoco podemos obviar la responsabilidad personal. Los miedos que generamos, los bulos que difundimos y las cosas pseudocientíficas y disparatadas que salen entrecomilladas en nuestros artículos como palabras de terceros también son nuestra responsabilidad.

Viralizar 'fake news'

Durante la pandemia todos nos familiarizamos con la palabra “supercontagiador”, aquella persona que podía difundir ampliamente un virus y, por tanto, contribuía involuntariamente a extender una epidemia. Quienes tenemos una tribuna, un micrófono o muchos seguidores en cualquier red social también somos potenciales supercontagiadores de la epidemia de esta época, que es la posverdad, la manipulación masiva y las fake news.

Por favor, extrememos las precauciones y pensemos dos veces lo que podemos provocar con lo que decimos o escribimos, también en el campo de la acción climática y la transición energética. Igual que no hubiésemos difundido nunca información negacionista del COVID durante la pandemia para no poner en peligro a la gente, no compartamos las mismas aseveraciones pseudocientíficas sobre parques renovables que generan campos electromagnéticos nocivos para la salud o esterilizan los campos de cultivo.

Igual que jamás publicaríamos que un extranjero ha cometido un crimen en base al comentario de un testigo para no alimentar discursos xenófobos, no lo hagamos tampoco con los incendios de los vehículos eléctricos para no alimentar la alarma social basada en falsedades que algunos sectores intentan generar.

La transición energética y la descarbonización son procesos que amenazan intereses y dinámicas muy arraigadas y que, por tanto, producen gran hostilidad en muchos sectores. Esta resistencia al cambio y a la pérdida de privilegio es el origen de estos bulos. No contribuyamos a difundirlos.

Pedro Fresco es director general de Avaesen y autor del libro Energy Fakes.

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Un comentario

  • Miguel

    Miguel

    25/04/2025

    El día en el que la mayoría de vehículos eléctricos (incluidos patinetes, bicicletas y motocicletas) incorporen baterías LFP o de Sodio, se acabarán la mayoría de miedos y problemas. El mundo está lleno de vehículos eléctricos con baterías de iones de litio que no dan mucha confianza, además de una electrónica de gestión deficiente. Si el proceso de cambio a vehículo eléctrico quiere tener éxito, debe partir de sistemas más seguros y evitar las químicas de baterías peligrosas, que a la larga, el potencial problema es mayor a sus ventajas. En algún sitio como Australia, tras el incendio de algunas viviendas causados por baterías solares de iones de litio, dejaron de asegurar viviendas que tenían instaladas estas baterías de iones de litio cobalto. Afortunadamente, ahora se usan exclusivamente las LFP para viviendas, y ese riesgo que había, se ha eliminado.

    Incluso en los coches de combustión, la mayoría de incendios se originan por el sistema eléctrico, no tiene nada que ver con el combustible que usan. El negativo de la batería de servicio circula por la chapa y el positivo por cables que van al lado de la chapa. Cualquier desgaste, corte, etc, de un cable, puede acabar en cortocircuito con consecuencias imprevisibles.

    En ambos casos hay mucho margen de mejora, pero debe primar la seguridad.


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